Noticia publicada en: Retema
Ángela Sainz (European Biogas Association).
La Comisión europea anunció a mediados de septiembre su propuesta de reducir un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 en comparación con los niveles de 1990. El ejecutivo europeo aumenta así su ambición climática, aunque algunos consideran que la nueva cifra no logrará los objetivos fijados en el acuerdo de París para reducir el calentamiento global.
Para cumplir con el nuevo porcentaje será necesaria una importante revisión de la legislación europea sobre energía y clima que el ejecutivo europeo querría tener lista para el verano de 2021. Hace meses que los diferentes actores europeos se pusieron manos a la obra para proyectar los esfuerzos que serán necesarios en la próxima década con el fin de desfosilizar la economía europea. También para desarrollar un marco normativo coherente con la transición verde. El desarrollo de energías limpias, incluyendo el gas renovable, es un pilar fundamental de este nuevo contexto.
¿De qué hablamos cuándo hablamos de gas verde?
Cuando hablamos de gas renovable, los gases con mayor potencial de crecimiento son el hidrógeno verde y el biometano. Ambos serán esenciales para alcanzar los objetivos climáticos y reemplazar los combustibles fósiles. Debido a que no existe todavía producción de hidrógeno verde (100% sostenible) en la UE, el biometano se perfila como el más importante habilitador de la descarbonización del gas en los próximos 10 años. Se estima que al final de esta década se podrán producir alrededor de 38 bcm de gas natural equivalente (370 TWh).
El biometano y su forma no purificada, el biogás, son fuentes de energía sostenible y con un coste competitivo. Al reemplazar los combustibles fósiles, su uso reduce las emisiones producidas por el consumo energético doméstico, las actividades industriales o el transporte. Además, su precio es competitivo en comparación con otras alternativas si se tienen en cuenta el coste de las emisiones evitadas y, en general, todas las externalidades positivas ligadas a su producción.
En Francia, por ejemplo, un análisis de ENEA Consulting concluyó que la producción de biometano ahorra al Estado 33-35 €/MWh por emisiones evitadas y creación de empleos sostenibles. Además, evita a los consumidores un gasto de 21€/MWh en costes de transmisión y distribución de energía. También reduce en hasta 24€/MWh el coste del tratamiento de residuos orgánicos y en 3-4€/MWh los gastos de los agricultores, al no tener que recurrir al uso de fertilizantes químicos.
Su potencial, como vemos, va más allá de la producción de energía limpia. El biogás fomenta modelos de desarrollo sostenible basados en la economía circular. En las áreas urbanas, ayuda a reducir los residuos orgánicos para producir energía. En las áreas rurales, fomenta el aprovechamiento de residuos provenientes de la agricultura y la ganadería.
Normativa verde para un futuro verde
A pesar de estas ventajas, el desarrollo de biogás y del biometano se ha visto obstaculizado por la incertidumbre regulatoria. Hay diferentes propuestas que pueden contribuir al pleno aprovechamiento del potencial de los gases renovables en el actual contexto de desfosilización.
Una de estas medidas es la fijación de un objetivo de gas renovable vinculante de alrededor de un 11% en el consumo final de gas en la UE para 2030. Esto puede conseguirse potenciando el uso de los principales gases renovables, hidrógeno y biometano. Una posibilidad sería, por ejemplo, fijar un objetivo mínimo de capacidad instalada de 40GW para hidrógeno verde y 43,5 GW para biometano, en línea con las estimaciones actuales.
Otro elemento esencial para estimular el desarrollo de los gases renovables es la creación de un mercado europeo para todas las energías renovables. La UE ha facilitado el desarrollo del comercio de electricidad renovable. Ahora el sector del gas necesita un apoyo similar que favorezca el comercio de gas renovable a través de los países miembros.
Por otra parte, es importante evaluar el actual concepto de sostenibilidad y sus implicaciones. Cuando hablamos de sostenibilidad, no deberíamos limitarnos a analizar el potencial de reducción de emisiones de carbono. También deberíamos tener en cuenta otros aspectos ambientales, beneficios económicos, sociales y de salud pública. Eso incluye, por ejemplo, el análisis de factores como la calidad del aire, la eficiencia en el aprovechamiento de recursos, el reciclaje de residuos o la reducción del agotamiento de recursos. El marco normativo debe adaptarse para facilitar esa concepción de sostenibilidad en su sentido más amplio.